Hoy se piensa que todo se sabe o puede saberse, y por lo tanto —en consonancia con la sociedad (suciedad) de la imagen— verse. De esta manera, la sexualidad deja de aparecer como problema (que en el fondo no lo es pues carece de solución o saber, de ahí su gracia, decíamos semanas atrás), y por tanto, raíz de extrañamientos, sorpresas y juegos. No nos debe sorprender entonces que hasta el juego y la sorpresa se pre-vengan y pre-sepan. Y sólo tenemos que ver, leer o escuchar en algún espacio especializado, para darnos cuenta que todo se pretende saber sobre la sexualidad: qué hacer, cómo hacer, cuándo, cómo y por qué. Y esta pretensión de colmar la sexualidad no llega sólo por parte de espacios especializados — y de ahí muchas de las hipocresías de los medios de comunicación— sino que es una explosión que acontece en todos los espacios de difusión.
Así, y a modo de ejemplo, podemos ver cómo en los telediarios para decirnos que hace buen tiempo en pleno febrero nos muestran a chicas en la playa haciendo top-less; como diciendo: “un buen par de tetas es la mejor manera de demostrar que hace buen tiempo”. De esta manera, la lógica sería algo así como: aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, entonces enseñamos un par de tetas, que en el fondo es lo que todos queremos ver. Por supuesto, no es que enseñar las tetas a la hora de comer sea algo bueno o malo, sino que, y es de lo que venimos hablando, esta explosión visual del sexo provoca que la sexualidad pase a estar, y esto es algo que le encanta a los políticos, normalizado. Así, para defender la sexualidad —como si la sexualidad necesitara alguna defensa— se usan esas terribles frases de: ¡No pasa nada! ¡Es absolutamente normal! Y ese es el problema, que la sexualidad pasa a ser algo normal, y por tanto, carente de deseo. Deja pues de pasar algo con la sexualidad. Así, si antes era indeseable porque parecía que con la sexualidad pasaba todo, hoy, a la inversa, es indeseable, o no-deseante, pues nada pasa. El purismo de antaño acontece hoy, como ya señalamos, a la inversa —que no deja de ser al fin y al cabo el mismo acontecer—: todo vale pues nada pasa.
Hijos somos aún de ese miedo a la carne que no deja espacio a la inocencia y extrañeza del devenir, al juego, en una palabra. Y es tan así que hoy no jugamos, sino que simplemente cumplimos el programa. El juego amoroso-sexual queda reducido al cumplimiento de el plan escrito en las alturas del Poder, que no tiene otro nombre sino el de el Dios Dinero. (Y sólo tenemos que ver la cantidad de gremios que se desnudan para recaudar dinero para darnos cuenta de esta identidad entre Dinero, Sexualidad y Poder.)
Si antes sólo tenía sentido la sexualidad que poseía como objetivo el tener hijos, pues así lo mandaba Dios; hoy sólo la tiene aquella que satisface al nuevo Dios (o quizás el de siempre): El Dinero —o-el-hacer-de-todo-un-producto— esto es, Aquél que confunde, como el necio de Antonio Machado, el valor con el precio. (Pues, ¿qué es el Dinero sino el cambiazo de las cosas por productos?)
Así, esta explosión sexual a las órdenes del hacer-de-todo-un-producto no puede sino convertir a los relacionados en Poseedores. O si se quiere, en 'Hombres', si entendemos por la abstracción 'Hombre' todo aquello que tenga que ver con la dominación y reducción de algo a producto que poseer. Así, y dicho sea de paso, la supuesta liberación contemporánea de la mujer no sería sino la conversión de la mujer en 'Hombre', en una herramienta más al servicio del Capital. La mujer se iguala al hombre no querría indicar sino el triunfo absoluto del 'Hombre', del Poseedor.
La sexualidad queda reducida a producto: fin del deseo, fin de la sexualidad, fin del amor y el juego… Muerte de Eros si aún nos tragamos el cuento de la supuesta nueva Realidad contemporánea. Pues la Realidad, por supuesto, nada tiene de nueva ya que siempre habla de lo mismo: del Poder, de reducciones a simulacro, de cambiazos… Y es que, en el fondo, el Poder —la Realidad— necesita creer, y por tanto hacer creer, que nada pasa. Pero el corazón sospecha que NO, que por ahí abajo aún suena algo que no sabemos qué es y que definitivamente parece estar perdido. Pero, por eso mismo, porque está perdido, quizás sigue aún viviendo en las profundas aguas de lo que no sabemos pero sospechamos que hay.
3 comentarios:
Muy interesante. Ahora bien, llegaremos a encontrar un punto medio? Digo, por un lado hemos pasado la raya y hemos armado un sistema (capitalista)que esta dejando afuera al deseo, pero si damos cuenta total a nuestro ser deseo... no nos lleva a otra cosa mas que la angustia de saber que solo la muerte nos espera (Cabe aclarar que la muerte es el punto limite de control que tenemos a conciencia).
Bueno, creo que habría que aclarar varias cosas.
En primer lugar no creo que "hayamos armado" el sitema capitalista, más bien "nos lo han armado".
Por otro lado, el deseo no creo que se mida en base a los presupuestos de la existencia en general (cosas), y de la humana en particular (personas): el futuro (que es lo mismo que hablar de la muerte). El deseo más bien viene a romper la existencia, el deseo es más bien AHORA, no luego, no mañana. Y como AHORA no tiene ninguna necesidad de existir (no hay manera de agarrarlo ni apresarlo, y por tanto no sabemos muy bien, o del todo, qué es))carece de futuro, y por tanto, no muere.
Saludos.
Coincido en que el deseo es puro "ahora", teniendo en cuenta que no creo en el pasado ni en el futuro, que lo que vivimos es puro presente. Lo que si se puede afirmar es que si se sostiene la afirmación de que "alguien" nos armo ese sistema capitalista, también se debe de sostener que le estamos siendo fieles por mínimo que sea... y que ponerle fin seria encontrarse con el presente de uno mismo y lo que ello (que desconozco hasta el momento...puedo hacerme una idea, pero queda ahí por ahora) trae consigo mismo.
Ahora tambien estoy pensado que somos puro deseo, pero lo sublimamos todo el tiempo a este rey que tu dices "dinero"... un detalle... Saludos!
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