lunes, 4 de julio de 2011

Ser duro



Llevo escuchando hace tiempo una expresión que, sin pensar, aceptaba directamente como verdad. “Has de ser duro”, se dice continuamente por ahí. Lo que muestra, en primer lugar, que si debemos serlo, es porque no lo somos. Y claro, puesto que no lo somos, el paso siguiente es aceptar directamente la expresión como verdad. Ahora bien, ¿qué es ser duro? Parece, como siempre, que la pregunta por la esencia complica un poco las cosas. La pregunta que cuestiona la esencia de las cosas que [nos] pasan que Sócrates puso en boga, no a costa, dicho sea de paso, de todo aquel que apareciera cerca del ateniense. De hecho, podemos leer en los diálogos de Platón como, incluso los amigos de Sócrates, al cruzarse con él por la calle, fingían no haberle visto. Por supuesto, huían o trataban de huir de la esencia, de la pregunta por la esencia. Pero Sócrates, esa comadrona de pensamientos, como así se autodenominaba, siempre acababa por atraer al amigo o al enemigo, para eso era inigualable. Ahora bien, una vez que te cruzabas con él estabas perdido. Sabías que alguna de tus verdades iban a rodar por los suelos. Así, no es de extrañar que cuando lo vieran, miraran para otro lado, aunque de reojo, o hicieran como que no estaba ahí. Y es que, la lengua de Sócrates era mortal, y todo mortal, en principio, siempre tiene miedo de su esencia. ¿Y cuál es la esencia del ser humano sino la de saber que va a morir? Eso parece que les hacía recordar constantemente Sócrates a los que se cruzaban con él, esto es, que eran mortales. ¿Un coñazo? Bueno, en principio, puede parecer que sí.

Pero, ¿qué tiene todo esto que ver con la expresión de “hay que ser duros”?
Cuando escuchamos la expresión “hay que ser duro” o alguien, con su buena voluntad, nos la dice a modo de consejo o precaución, parece que quiera decirnos que no seamos tontos, que vayamos a lo práctico (normalmente, cuando se usa esa expresión, la mayoría de las veces se usa en referencia al Dinero), que no nos metamos en líos, que pasemos, que le den por saco a esto, a lo otro o a aquel o a aquella. Pero esto no puede ser duro, esto es más bien, diría Nietzsche, la debilidad que trata de hacerse fuerte en su pura debilidad, vamos, rencor unas veces, miedo otras.
En cambio, más bien, parece que lo duro es justamente lo contrario, es decir, enfrentarse a la pregunta, a la pregunta por la esencia, por lo esencial de la cosa o las cosas que [nos] pasan, esto es, a la fragilidad de nuestra existencia. Y a esta pregunta, parece que nos acercamos como los amigos y enemigos de Sócrates al ateniense: de reojo, como si no la hubiéramos visto, con miedo a que nuestras verdades pudieran caerse y que así pudiéramos dejar de ser fuertes y duros, esto es, dejar de ser el/la que somos. Lo que nos hace pensar, por otro lado, que, para hacernos los duros y fuertes, tenemos demasiado miedo. ¿Y qué es el miedo existencial sino esencialmente miedo a morir ? O dicho de otra manera, ¿qué es el miedo existencial sino el pensar que uno/a va a dejar de ser uno/a mismo/a? Esta es la amenaza que veían en la lengua viperina de Sócrates, la amenaza de ver cómo la imagen acabada que podían tener de su persona, del mundo... pudiera irse al traste, al traste, no por otra cosa sino por la pura lógica, por el puro pensar, por la verdad, si entendemos la verdad exclusivamente como el levantamiento de la mentira.
Pero frente al miedo a la existencia, Sócrates montaba las fiestas, las fiestas del pensar, del hablar, del vino y el Eros en las que poco importaba la personita de cada uno. Las fiestas en las que la alegría era justamente dejar ser a la pura lengua, al logos, sin meta alguna que alcanzar, sin tiempo que rellenar o preveer; las fiestas, en fin, de aquellos que por medio de la lengua dejaban de tener miedo a su muerte (a su existencia), pues, ¿qué es aprender existencialmente sino aprender a morir? Y aprendiendo a morir, a pensar y a hablar si entendemos el hablar de verdad como la muerte de la mentira que hace creer que la existencia de uno (ser el que se cree ser) es todo lo que hay quizás, parecía que pudiera vivir algo que era otra cosa que la personita bien acabada y constituida por miedos y culpabilidades, esto es, por la realidad personal de cada uno.
Pero entonces, ¿qué es eso otro de la persona y el miedo que la constituye? ¿La vida quizás? ¿Vivir entonces es aprender a morir? ¿Vivir es vivir como común, esto es, contra la realidad personal? Si es así, y así lo sospechamos aquí, ¡qué alejado se encuentra hoy Sócrates del Individuo que a todas horas nos venden que debemos ser! Y no puede ser de otra manera, pues la única manera de comprar al ser humano, es haciendo de él algo real, una existencia, esto es, un Individuo. Que al caso, este Individuo viene a ser tan real e intercambiable por Dinero como una cosa.