martes, 18 de enero de 2011

La Realidad: Dios o el Dinero





Hace ya un mes (entre superfiestas y demás, incumplimos el compromiso de estar por aquí cada 15 días) nos quedábamos en la esencia de la construcción de la Realidad, así, decíamos que la Realidad no se construía sino por la coyunda o unión entre la idea de una cosa y la cuantificación de la misma. De esta manera, 'ideas' y 'cuantificación' vendrían a ser el mismo juego: el juego de la constitución de realidades; aunque con la diferencia, como ya hacíamos ver, de los distintos grados de realidad de cada cosa. Lo que, así visto, nos lleva a la constatación de que siendo real todo aquello de lo que se puede hablar (que nunca es todo lo que hay pues evidentemente nunca se puede decir Todo) la diferencia en el grado de realidad vendrá dado por el cada vez mayor “cierre semántico” del término (esto es, por el acotamiento significativo), así, cuanto más se crea saber qué es eso de lo que se habla, mayor realidad tendrá; pero ese cada vez mayor “cierre semántico”, nunca absoluto, a su vez, sólo puede darse cuando la cosa no empieza a ser más que la mera cuantificación, esto es, mero número, o si se quiere, puro Dinero abstracto.
Pero si esto es así, ¿cómo es posible que las cosas traten de ser lo que son continuamente aún a costa de que siempre acaben desfalleciendo ante la pretensión misma de ser lo que son?
Ya hicimos referencia en días anteriores a esta cuestión cuando hablamos de las Ciencias de la Realidad, pero ahora lo miraremos desde otro punto de vista, que al fin y al cabo viene a ser el mismo, sólo que ahora nos centraremos en el ente realísimo: el Dinero, o Dios mismo si lo comparamos con la tradición teológica.
La Fe, este es el término clave que sostiene la realidad de Dios o el Dinero, y no porque sea la Fe otra cosa que el 'saber', sino porque todo saber, a fin de cuentas, no es más que Fe. Veamos brevemente en qué consiste esa Fe.
La Fe en el Dinero no será sino Fe en el Futuro, esto es, Crédito. De hecho, el término 'crēdere' empezaron a usarlo los banqueros, llamando 'confiar a otros los bienes de uno' a lo que en realidad era 'depositarlos en una seguridad garantizada por el compromiso más estricto', lo que añade la obligación del 'reddere', esto es, rendir la 'confianza depositada'. Es decir, que la relación dineraria se convierte en puro crédito, en pura Fe en el Futuro en donde se dará cumplimiento de la promesa. Y puesto que hoy en día, actualmente, es el Dinero la realidad más real, la que mueve el Mundo, el Mundo no será sino Dinero, esto es, Fe en el Futuro. (¿Y qué es el Futuro sino dar por pasado lo que aún no ha pasado?) Y no puede ser de otra manera, pues si el Dinero no es sino Crédito (Futuro) no le queda otra que estar perpetuamente moviéndose hacia su propio fin, hacia su promesa que por definición (el Futuro nunca pasa) es imposible.



Por lo tanto, el Dinero, siendo esencialmente Futuro, es, por lo mismo, esencialmente tiempo vacío, y vacío porque en el fondo no pasa nada en el Futuro. Así, como vacío que es, va vaciando de diferencias todas aquellas cosas que se van convirtiendo en Dinero, hasta el punto de llegar a conseguir (nunca absolutamente afortunadamente) la sustitución de cualquier cosa por Dinero o Producto, que viene a ser lo mismo. De esta manera, la función del Dinero sería la misma que la del necio del que hablaba Antonio Machado, “confundir el valor con el precio”. El Dinero entonces habrá que entenderlo como la sustitución de las cosas―siempre vivas en el sentido de que no saben exactamente lo que son de una vez por todas― por Productos, que se saben perfectamente lo que son; de hecho, viven de eso, de que se sepan perfectamente lo que son, pues sólo sabiendo lo que son, cabe su mercantilización.
Y sirva como ejemplo de todo esto que venimos hablando el Arte mismo, que pudiendo tener alguna utilidad para la gente como desenmascaramiento de la Realidad (pensemos, por poner ejemplos, en Edipo Rey, o en las comedias de Aristófanes, o incluso en la tragedias contemporáneas de Arthur Miller), ha llegado a convertirse casi absolutamente en la mera compra-venta de Nombres, así, hoy, se compra un Picasso, una obra de Arthur Miller... independientemente de lo que la obra pueda hacer en el espectador; lo que no muestra sino lo que decíamos en el anterior artículo, que cuanto más se habla de una cosa, más existe esa cosa, y por lo mismo, más Dinero es, esto es, Futuro, vacío, un juego de pura nadería que sería absurdo si no fuera por todo el daño que nos hace a las gentes de aquí abajo. Pero no está todo perdido, puede que sólo el hecho de descubrir la falsedad del Dinero, de Dios, sirva para que al menos nos dejemos engañar un poquito menos. ¿¡Quién sabe!?


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