Cada vez soporto menos el tratar de hablar con alguien cuando se lía a voces. He observado que las voces van en sintonía con el grado de personalismo con que se toma la cosa. A mayor personalismo, mayores son las voces. ¡Madre mía! ¿Así de gilipollas me pongo cuando doy voces también?
No demos voces, nos volvemos unos energúmenos.
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