Debilidad: me refiero a esa que corroe el espíritu. Esa debilidad que no te deja dar un paso: la debilidad morbosa que te hace hablar, pensar, vivir, en definitiva, sin alegría.
Y es que la debilidad se puede disfrazar con muchas máscaras: la de prepotencia, la de la envidia, la de los celos, la del rencor, la de la venganza, la de la desconfianza... Máscaras que tras la impetuosa cólera muestran el reverso de esas pasiones infecciosas: la pura impotencia.
Dicho esto, ¿cómo luchar contra esas pasiones desaforadas? Sólo se me ocurre que apartando de nosotros aquello que nos genere la impotencia, ya sean personas, sentimientos, pensamientos o cosas.
Moraleja: no quieres sentirte débil, apártate de lo que genera la debilidad.
Cuidar de sí mismo
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